jueves, 11 de febrero de 2010

Expandir un microcuento

El último ser humano de la tierra estaba en su casa.En ese momento, alguien llamo a la puerta.
Abrio la puerta sin ninguna prisa.No habia nadie.Se imagino los golpes en la puerta, el ansia por tener a su lado algun desconocido al que hablar.
Cerro de nuevo, y se sento en el sofa.La televisión no iba, no tenia calefacción y se las apañaba con una pequeña hoguera.El fuego se iba callando.
Se levanto y se fue al sotano.Abrio la luz, bajo las escaleras y encendio otra luz que iluminaba el sotano entero. Abrio el armario y cogio su vieja escopeta, munición calibre .20,y cerro el armario. Se la colgo al hombro y se fue del sotano. Apoyo la escopeta encima del sofa y cargo solo un cartucho. Lo giro en sentido hacia su cabeza, pero solamente la apoyo.Empezo a llorar, sin hacer ni el mas minimo ruido.Noto como su dedo fregaba el frio acero del gatillo, entonces intento dejar de llorar.Presiono levemente el gatillo para que el muelle hiciera contacto con la espoleta y se dipositara en su craneo aquella bala, aquella decisión final que habia tomado.
Dejo de hacer fuerzas, por que esta vez si que llamaban a la puerta.Empuño de nuevo el arma , y apuntando a la puerta, fue cargando los otros cartuchos que le quedaban en la caja. Tuvo el presentimiento de que alguien necesitaba ayuda.
Miro por el cerrojo, y vio a un niño llamando a la puerta cada vez mas fuerte.
El hombre no se fiaba, podia ser una trampa.Temia por su vida, pero mas por la suya propia. Apunto hacia afuera, para que de un tiro derribara la puerta que haría añicos el cuerpo de aquel muchacho.Cerro los ojos,y pidio perdon por lo que iba a hacer. Volvio a llorar, y presiono el gatillo con fuerza. Nada paso. El hombre olvido poner la bala en la recamara. Cargo la bala, y volvio a mirar por el cerrojo. No habia nadie, el muchacho no estaba.
Su locura le cego hasta el punto de llegar a asesinar a un niño pequeño, indefenso ante el mundo y sus peligros.Dejo la escopeta en el suelo, y siguio llorando desconsoladamente. Pero era feliz. Era tristemente feliz al poder ver que no era el último ser humano en la tierra.Al menos ese niño no lo seria.Volvio a coger la escopeta, y esta vez abrío la boca para que el cañon perforara de lleno su cabeza. Entonces penso en pastel. Dulce sabor de pastel con inseparable fresa de por medio. Corriendo por sus venas, saciando su sed de inestimable dolor, fue lo último que aquel hombre pudo recordar. Peor que morir de hambre, es pensar en el último pastel de fresa que jamas llegaras a probar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario