El teatro moderno nace con el realismo, del que el naturalismo es su inevitable acentuación. Cualquier puesta en escena actual con O’neil por ejemplo, nos permitiría reconocer nuestras referencias a nuestro tiempo y a nuestras preocupaciones.
No se puede decir lo mismo del teatro precedente, del drama romántico y postromántico. Llevamos mas de un siglo con el teatro realista y aun se mantienen obras y autores. Ya en plena exaltación había la necesidad de una representación mas acorde con la realidad. En la mayoría de los casos chocaba con los textos: temas, historias, lenguaje…no conectaban con lo cotidiano, con la realidad del espectador. Es muy significativo al respecto que las piezas reconocían la saciedad de la representación romántica.
Obras de autores muy buenos nos han hecho entender que cuando un dramaturgo se adelanta a la escena de su tiempo, esta le impondrá una larga espera con riesgo de desfase, del que solo se salvaran las grandes obras.
Ahí estaba Acribe un maestro en enredos y peripecias que sabe llevar las acciones al limite. La píese bien faite, en expresión corporal al autor, ara fortuna en el teatro realista. Aun en plena época romántica, Acribe oriento la escena hacia la comedia de costumbres, pero en realidad su fama se debe a que constantemente estrenaba obras nuevas. Estamos a las puertas del naturalismo con experiencias que caracterizan la inconstancia realista y afirman la dificultad de establecer compartimientos estancos en arte. La primera constatación es de carácter histórico. En 1857 aparece en Francia la que la crítica considera la máxima novela realista del siglo, Madame Bovary, de Gustave Flaubert. Con esta novela adaptada al teatro o al cine, nos hacían ver la realidad en la que nosotros vivimos y nos movemos. Pero aparte de Madame Bovary aparece también “Las flores del mal de Baudelaire”, donde se confirma la tendencia posromántica, se anuncia el simbolismo y se profetiza el surrealismo del siglo XX. En 1862 surge el relato de Víctor Hugo “Los miserables”, donde el elemento épico, que se adelanta al socialismo naturalista queda enmarcado en una historia melodramática.
La segunda constatación del fenómeno antes mencionado es de carácter estético, y se refiere a la inconstancia de esos propios dramaturgos realistas, dentro de este marco estilístico. Flaubert necesitaba escapar del detallismo realista y dar rienda suelta a su fantasía e inconsciente.
Por consecuente la práctica totalidad de los naturalistas evolucionaron hacia el simbolismo.
Naturalismo y Simbolismo influirán en la mayoría de las tendencias dramáticas del siglo XX.
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