El fuerte viento azotaba, cada vez más fuerte, la tienda del herbolario. El pensó que no iba a hacer muchos negocios con el tiempo que hacia, pero algo llamó su atención. Un rebaño de ovejas pasaba como podía entre el trigo y más de una se quedaba atrás, el pastor no reparaba en las ovejas caídas, por que sabía que el viento no era normal. Apreciaba más su vida que la de sus animales. Antes de irse, el pastor alzó la vista hacia el cielo, y pudo ver unas nubes rojas y negras a la vez, amenazantes, cargadas de ira que se acercaban cada vez más. Esas nubes parecían demonios del mismo infierno. Entonces, se puso a llover. Pero no llovía agua, sino sangre. Sangre escarlata, que hacia helar la sangre a todas las gentes que se encontraban por esos campos.
Y en ese instante, el pastor recordó la profecía. Recordó que una vez, un viejo le contó que los demonios surgirían para acabar con todo lo vivo. Pero algo fallaba en su teoría. Por que los demonios no deben bajar de la nubes, sino surgir de debajo la tierra. Entonces,¿significaba que habían acabado con los ángeles, o incluso peor, con los dioses?
El herbolario vio como el pastor se marchó corriendo de aquel lugar y el decidió irse también ante tal fenómeno climático. Se dispuso a guardar todos sus productos y cerrar la tienda antes de que se la llevara el viento. Cuando ya estaba a punto de terminar, una fuerte ráfaga de viento lo lanzo por los aires con gran contundencia. El viento lo alzó tanto que ya no divisaba ni su propia tienda. No podía ver casi nada, la sangre le tapaba los ojos, le empapaba la ropa. Entonces miro al cielo. Estaba flotando, como por arte de magia. Era viento y sangre, era algo imposible. Cada vez más alto. No podía creer lo que estaba sucediendo, y milagrosamente seguía vivo. Se sentía, en cierta medida, como un gran héroe que, manchado por la sangre de sus adversarios, había caído en combate y se alzaba hacia el cielo para recibir su eterno descanso.
Pero pronto cesó su egocentrismo. El herbolario vio en las nubes un ser extraño, un monstruo que acechaba detrás de las sangrientas y oscuras nubes, y parecía querer con toda su ansia al herbolario. Pero, ¿con que fines?
Finalmente, el herbolario vio la apariencia de aquel ser. Era negro como la noche y con los ojos amarillos, pero de mirada enervada. Tenia largas manos y uñas como cuchillas. Su cuerpo solo se divisaba hasta llegar a la cintura, pues las nubes lo tapaban. En su pecho llevaba una herida de la que no paraba de brotar sangre. Entonces entendió la extraña lluvia de sangre, aunque más inverosímil le pareció ver a un demonio gigantesco cogerlo directamente de las nubes, para acercárselo a su lado. ¿Era todo un sueño, era eso una utópica resurrección del mal, o era real?
Finalmente, hombre y bestia se encontraron. El herbolario supo que ese era su final, aunque la bestia no quería matarlo. Después de mirarse mutuamente, el herbolario tuvo una visión. A través de los ojos del demonio, le mostró el dolor que causa una herida causada por los pecados que había cometido. Había arrasado pueblos enteros, destruido bosques, quemado ciudades. Y entonces vio que la herida que tenia en el pecho se la hizo mientras mantenía una luchaba contra un ángel, venido a la tierra para acabar con el mal que estaba causando. El ángel le lanzo una flecha que le atravesó el pecho y cada vez se hacia mas grande. Como la batalla se libró en el cielo, el demonio se escondió en una gigantesca nube que se tiño de rojo y negro, por su sangre y sus pecados. Así no se podía esconder de los dioses y le podrían dar caza finalmente.
El herbolario seguía sin entender como le pasaba todo eso, cuando de pronto empezó a gritar de dolor. Su pecho se estaba retorciendo mientras el demonio le abría una herida similar a la que él tenía. El corte se iba haciendo más grande y profundo. Entonces. El demonio lo cogió y le volvió a mirar a los ojos. Fue entonces cuando el monstruo habló:
- Humano, ¿entiendes el dolor? Necesito tu ayuda para curarme de mi herida. Temía que huyeras al verme o que no me hicieras caso, pero con esta herida que tú también tienes en el pecho, entenderás que si no me salvas, tú también morirás.
Entonces, el herbolario le dijo
-¿Por que a mí, que te hecho para merecer esto?
-Me han dicho que eres muy bueno curando enfermedades, sanando heridos… Y eras perfecto para cuando te necesitaba. Siento lo de tu herida, se te curará cuando mi sangre deje de brotar. Te lo aseguro.
El herbolario entendió el trato, aunque fuera con el mismo demonio. La criatura prosiguió:
-Te dejare en tu tienda, como si nada hubiera pasado. Nunca ha habido lluvia de sangre, ni ventiscas, ni nada. Solo que sí que tendrás la herida en tu pecho, y te seguirá sangrando. Elabora una poción, una medicina. Pero date prisa: si vuelves a ver las nubes rojizas y la ensangrentada lluvia, es que estoy volviendo. Y necesitare la cura. ¿Lo has entendido?
Antes de poder decir algo, el herbolario se vio tendido en el suelo de su tienda. Se levanto rápidamente y comprobó su entorno. Su tienda estaba intacta. Salió al exterior, y miró al cielo. Azul. Claro. Y con apenas algunas nubes en el horizonte.
¿Había sido todo una pesadilla?
Un escalofrió le recorrió la espalda. Sus manos le cogieron su camisa. Se la rasgo toda para encontrar lo que no quería ver.
Pero estaba allí. Su herida aún sangrando, sus costillas atravesadas por un mal inconcebible. Sintió mareos. Sintió nauseas. Pero debía ponerse a trabajar. No por la vida del demonio, si no por su propia vida.
Para él, se avecinaba el principio del fin.
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