lunes, 12 de marzo de 2012

Aquello que el tiempo se lleva (II)

Porque el tiempo se lo lleva todo. Te arrastra hacia lo inevitable, como la arena de ésta playa, que baila construyendo dunas y deshace mareas de recuerdos que quizás no eran tan importantes. Todo nace de la nada, y nada deja atrás. Como el tiempo.

El sol empezaba a ponerse en el horizonte, y las gaviotas se hacían a la mar, hacia la luz que quería irse a alumbrar a otro sitio aún más cálido. La gente desaparecía de la playa, como por arte de magia. No se oía nada mas que el rumor del viento que ordenaba las cosas y reestructuraba el caos. Se deshacía el cuadro, pero se quedaba el pintor. Un pintor que escribía las crónicas de un tiempo que nos arrebata todo lo que nos importa, lo que olvidamos, y lo que no queremos recordar.

El día llega a su fin, un fin que se repite sin que nos demos cuenta. Estoy en medio de un esbozo, algo aún por decidir; soy una idea sin mérito alguno. Tengo corazón para vivir, no para sentir. Veo el mundo con los ojos que me han dado, no con los ojos con los que deseo ver. Escribo para que no se me olvide, que quede claro que alguien estuvo allí. Soy el que baja el telón, el guionista del caos.

Poco a poco la luna esgrime su luz entre las nubes, cortando la naturalidad del momento y convirtiéndolo en un epílogo de serenidad absoluta. Los grillos emiten su característico ruido, un búho espía la oscuridad, y él se queda mirando al mar. Repicando en las rocas, segregando espuma y llevándose todo lo que la tierra no quiere.

Quitémonos la mascara, juntos. Bajo la luz de la luna.

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