Era como andar por un camino sin fin lleno de piedras y descalzo. Alrededor no había nada y no podías tomar una decisión. Aquello era seguir o seguir. Un paisaje raro en el que sólo se apreciaba la senda y lo demás no existía. Atraía su dibujo, era una sensación de libertad, pero al fin y al cabo, la soledad era lo más doloroso de estar allí. Los pies se relajan aunque también se destruyen con las afiladas rocas.
El sentimiento es extraño. Llegas a la conclusión de que no todo puede complacerte en esta vida. Pero despiertas del sueño, te encuentras a salvo en la cama. Intentas levantarte tranquilamente pero notas una dolor en los brazos y una tensión en las piernas que casi no deja moverte. Quieres apoyar los pies en el frío suelo pero te escuecen. Observas que no son los que veías todos los días sino otros sucios, desgarrados y con rastro de sangre, como si hubiesen estado sustituidos. Un mini ataque en el corazón te dice que los has visto antes en el sueño.
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