A lo lejos se podía distinguir un pequeño velero, que parecía que estuviese fregando el horizonte como si hiciera malabarismo. El sol pintaba el mar de un furioso tono amarillento, y las olas arrugaban la plenitud de un océano en constante progresión. Con una mano apoyada en la frente, intentaba ver que le mostraba el mundo, haciendo inevitablemente una mueca a causa de la luz del día. Se sentó en un banco de piedra que había allí cerca. Sacó de su bolsillo un pequeño cuaderno y un lápiz. Acto seguido se puso a hacer punta al lápiz, y mientras tanto la gente iba pasando por su lado sin inmutarse. Gente joven y despreocupada, parejas cogidas de la mano, hablando de nada en concreto. Cuándo hubo terminado, sopló la punta del lápiz y se puso a escribir:
El mundo sigue su curso, y si no subes al tren, el tren se va sin ti. El tiempo y el espacio siguen su curso de continuo crecimiento. Se va moldeando todo bajo los cimientos de la existencia, y la energía sigue fluyendo por la corriente vital. Esperando y perdiendo a la vez, haciendo sacrificios bajo tu propia responsabilidad, sin darte cuenta de las consecuencias que traerá en el futuro.
Se quedó pensando en la pareja que acababa de pasar. Sentía lástima por ellos, por que no se daban cuenta de nada. No prestaban atención. Ni ellos ni los jóvenes , sin saber sus responsabilidades. La libertad no se establece cuando no haces nada, si no cuando lo que haces te hace sentir libre.
La gente ( y yo ) llevamos como unas mascaras que maquillan nuestra naturalidad, disimulan el verdadero interior que todos tenemos y que rara vez sale al exterior. Una rutina de pasividad perpetua, incentivada por unos objetivos no demasiado claros, y sin casi ninguna motivación extra para seguir haciéndolo. La vida sin nada[...]
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